martes, 29 de julio de 2014

Juan Carlos uno, el peso del aforamiento


En estos últimos días hemos asistido al debate sobre la necesidad de aforar a Juan Carlos uno. El debate por las prisas parecía más bien que se trataba de aforar algún delincuente.

Yo no voy a entrar en el debate sobre si hay muchas o pocas personas aforadas.

Lo que no parece desde ningún punto de vista razonable es que a Juan Carlos uno y allegados les otorguen la condición de aforados. 
Un aforado, en política, lo es por el ejercicio de sus funciones como representante democrático de la ciudadanía. 
En el caso de Juan Carlos uno y sus allegados, al menos, hay dos cuestiones por las que nunca podrían ser aforados a saber: 
La primera la monarquía no es una institución democrática. Nadie elige al Rey lo es por su condición de poseer la sangre de color azul. Lo de la monarquía parlamentaria. Sólo es un juego, de palabras, para dar carta democrática a una institución que no lo es.
La segunda si no han sido elegidos por la ciudadanía y no ejercen ninguna labor política. Cómo es posible aforar.
Al final la “justificación” es que no es un asunto que favorezca a Juan Carlos uno y allegados. Con esta justificación mi preocupación aumenta. No es posible que después de tantos años promocionando la monarquía ahora nos digan, que les regalan un aforamiento que no les beneficia.
Yo, desde estas líneas, aprovecho para exigir que Juan Carlos uno y allegados no lleven una carga tan pesada, que en nada les beneficia.

Por eso es mejor que la monarquía siga en los cuentos de dónde nunca tuvo que salir. Y los políticos se elijan democráticamente por la ciudadanía

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